sábado, 6 de septiembre de 2008

Higos

A las nueve estaba despierto. Sigo en casa de Noelia, más allá de Montserrat. Noelia ocupa la parte de abajo de una casa enorme que tiene más de cincuenta años. Su cuarto es un anitguo gimnasio, y está decorado con un biombo chino y un chester de terciopelo verde pino. El suelo es de tarima blanca, y del techo cuelgan dos anillas de madera olímpicas. A mí me da la sensación de estar en el basement de una casa en Chelsea.

He abierto los ojos y he leido un libro sobre coleccionistas de arte, pensando que iba a ser como leer una biografía morbisa, o un artículo de vanity fair, pero ha resultado ser un poco decepcionante para ese propósito. Entonces he abierto mis temas y he estudiado derecho estatutario hasta que el hambre me ha vencido y he tenido que levantarme de la cama. He desayunado higos, y dos bollos con nocilla.

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