El jueves fui a cenar con Lázaro y después al local del Silvia Prada, que estaba lleno de gente conocida, como Chu, Bruno y su padre o Lincoln. Llegué a casa tardísimo y me dormí profundamente, tanto que no oí el despertador y el pobre Germán se pasó dos horas intentando localizarme porque nos ibámos a Valencia a la boda de Pipo y Maite.
La boda estuvo muy bien, aunque siempre me pasa lo mismo en las bodas valencianas, que me confundo y me siento un poco hetero, y acabo confundiendo un poco (nunca del todo) a los demás, y acabo enamorado hasta las trancas del chico más rancio de la boda. Y esta boda no ha sido una excepción. Menos mal que Andrea me conoce y me vigila como pocos. En el menú no hubo ni pescado ni tarta nupcial, por lo que no resultó ni arriesgado ni empalogoso. Lo más elaborado, el cochinillo deshuesado. Cené un montón.
Ayer volvimos por la mañana a Barcelona, porque por la tarde íbamos a los toros. Fin de semana de smocking y traje de luces. Disfruté un muchísmo. Además indultaron al segundo toro de José Tomás. Eso fue muy emocionante. Yo es que soy más del toro que del torero.
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