El lunes fui a cenar con Lázaro a la barra de Cal Pep. Como siempre, cenamos un montón y yo decidí volver a casa andando para bajar la cena. Llovía. Ayer martes, había quedado con Tania para tomar un café y ponernos al día, una cosa como muy de chicas o muy de amantes prehistóricos. Después de dos cotilleos y dos ilusiones vitales sentí un sudor frío y tuve que salir disparado hacia mi casa. La naturaleza siempre acaba abriéndose camino y mi cuerpo, de momento y espero que para siempre, es muy natural, incluso un poco demasiado. Después pasé el día en casa, sin apetito, sólo, sintiéndome ciudadano de una provincia romana mientras veía en la tele la investidura de Obama, y planeando mi fiesta de cumpleaños. Me fui a la cama sin cenar, y hoy me he despertado siendo una persona feliz. Cada día entiendo más a los místicos.
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